
Detecta y elimina lo que intoxica a tu equipo
Hay problemas de equipo que no son errores. Son enfermedades. Actitudes, dinámicas y silencios que empiezan como algo pequeño y acaban contagiando el alma de todo un negocio. Son los cánceres tóxicos que, si no se detectan a tiempo, acaban con la cultura, minan la rentabilidad y te hacen sentir como si liderar fuera una guerra continua.
Este artículo no es suave. No viene con anestesia. Viene con bisturí.
Porque un restaurante o un hotel no se derrumba en un día.
Se desgasta por dentro. Y muchas veces, tú lo ves, lo intuyes… pero no sabes cómo pararlo.
Vamos a ponerle nombre a lo que pasa.
Y a darte las herramientas para intervenir a tiempo.
1. “Eso no es mi trabajo”
El primero y más común. El que crea fronteras invisibles dentro del equipo y destruye la cooperación.
Ejemplo en restaurante:
—“¿Cortar pan para el servicio? Eso lo hace cocina, no yo.”
Ejemplo en hotel:
—“Que lo suba alguien de recepción, yo solo hago reservas.”
Este cáncer nace cuando la gente confunde su puesto con una trinchera.
Y deja de pensar como equipo.
Qué hacer:
Establece con claridad que el negocio funciona como un sistema, no como una suma de tareas.
Recompensa públicamente cada gesto de cooperación transversal.
Sustituye el discurso de “tus funciones” por el de “nuestro impacto conjunto”.
2. El quejica profesional
Nunca falta en un turno. Ni en un grupo de WhatsApp.
Tiene radar para lo negativo, y megáfono para amplificarlo.
En restaurante:
—“Este cliente va a pedir mil cosas, ya verás.”
En hotel:
—“Seguro que esta reserva es un marrón.”
La queja continua no solo baja el ánimo.
Contamina. Frustra. Y normaliza el pesimismo.
Qué hacer:
No confrontes. Responde con una pregunta: “¿Y tú qué propondrías para solucionarlo?”
Invierte en reuniones cortas de mejora: 10 minutos semanales donde solo se aceptan propuestas.
No dejes que la queja se convierta en estilo de comunicación. Córtala con firmeza y respeto.
3. El pasivo-agresivo elegante
No grita. No discute. Pero deja caer frases como cuchillos:
—“Hazlo como quieras, tú mandas ahora.”
—“Yo ya he dicho lo que pensaba. Si no me hacéis caso…”
Este perfil se esconde detrás de silencios, sarcasmos y “yo solo digo”.
Pero deja herida emocional. Y rompe los vínculos entre compañeros.
Qué hacer:
Aborda en privado. Pregunta: “¿Hay algo que no estás diciendo directamente?”
Fija normas de convivencia explícitas sobre cómo se da feedback.
Refuerza con ejemplos lo que SÍ es buena comunicación.
4. El dramático/a
Todo es un mundo. Todo es personal.
Una instrucción se convierte en crítica.
Un error, en ataque.
Un cambio, en caos.
En restaurante:
—“¿Ahora tengo que aprenderme esta carta nueva yo sola?”
En hotel:
—“Con tanto protocolo nuevo, nadie piensa en nosotros.”
Este cáncer emocional te drena como líder. Porque te pasas el día calmando fuegos artificiales.
Qué hacer:
No refuerces el drama con atención extra. Redirige hacia los hechos.
Separa emociones de tareas en las conversaciones.
Refuerza la idea de que lo emocional se puede expresar, pero no usar como escudo.
5. El “jefe sin cargo”
Da órdenes sin ser jefe. Opina sobre todo. Desautoriza decisiones.
Se apoya en su “experiencia” para hacer lo que quiere, cuando quiere.
En restaurante:
—“Esto se ha hecho así toda la vida.”
En hotel:
—“Llevo aquí diez años, no me van a venir con cuentos.”
Este tipo de perfil sabotea la autoridad legítima. Y genera división en el equipo.
Qué hacer:
Clarifica quién decide qué.
Habla con él o ella directamente: “Tu experiencia es valiosa. Pero no puedes liderar en la sombra.”
Si tiene potencial, ofrécele un rol real. Si no lo acepta, actúa.
6. El mártir silencioso
Hace más que nadie. Nunca se queja. Pero te lo hace notar.
Siempre está ahí… pero cargado de resentimiento y cara de “yo me lo como todo”.
Frases típicas:
—“No te preocupes, ya lo hago yo, como siempre.”
—“No pasa nada, ya me quedo. Otra vez.”
El problema no es que dé de más.
Es que cobra emocionalmente lo que no se le pidió.
Qué hacer:
Establece límites sanos. Nadie es imprescindible.
Promueve delegación equilibrada.
Agradece su compromiso, pero desactiva el drama silencioso.
7. El eficiente tóxico
Hace su trabajo perfectamente.
Pero su actitud amarga, crítica o fría congela el ambiente.
En cocina:
—Saca los platos impecables, pero grita a todos.
En recepción:
—Gestiona turnos como nadie, pero trata con desprecio a las nuevas.
Este cáncer es difícil de detectar porque… cumple. Pero mata cultura.
Qué hacer:
Da feedback sobre formas, no solo resultados.
Refuerza que el cómo se trabaja es tan importante como qué se hace.
Si no mejora… da igual su eficiencia. Hay que cortar.
8. El saboteador sutil
No se enfrenta. Pero boicotea.
Olvida tareas. Cambia cosas sin avisar. Deja pasar errores “sin querer”.
En restaurante:
—No comunica una comanda mal hecha.
En hotel:
—No pasa el turno completo al siguiente.
Su frase favorita:
—“Uy, no me di cuenta.”
Pero te diste cuenta tú… de que algo siempre falla con él o ella.
Qué hacer:
Documenta patrones, no momentos aislados.
Habla con datos, no con intuición.
Establece consecuencias claras. Y cúmplelas.
9. El líder ausente
Tiene cargo. Tiene despacho. Pero no tiene presencia.
No inspira. No escucha. No está cuando se le necesita.
Solo aparece para pedir cuentas.
En restaurante:
—El jefe de sala que nunca baja al servicio.
En hotel:
—La directora que manda mails, pero no conoce a los clientes ni al equipo.
Este cáncer tiene nombre y apellido: abandono disfrazado de delegación.
Qué hacer (si eres tú):
Dedica mínimo 30 minutos al día a estar presente, preguntar, escuchar.
Vuelve al uno a uno.
Da ejemplo. No solo indicaciones.
10. La frase asesina: “Aquí siempre fue así”
No es una persona. Es una ideología.
Es lo que mata ideas antes de nacer.
Lo que protege lo que ya no sirve.
Lo que te encierra en el pasado.
Ejemplos:
—“Esta carta la tenemos así desde 2015.”
—“Aquí nunca hicimos onboarding y la gente aprendió igual.”
—“Las camareras se organizan solas. Siempre fue así.”
Este cáncer cultural se instala cuando dejas de cuestionar.
Qué hacer:
Pregunta: “¿Sigue funcionando igual de bien?”
Cambia una cosa pequeña cada semana. Y visibiliza los resultados.
Refuerza el aprendizaje como parte del trabajo, no como algo puntual.
¿Y cómo lideras esta limpieza sin convertirte en el malo?
Con firmeza. Con criterio. Y con presencia.
Aquí tienes cinco reglas de oro:
Corrige conductas, no ataques personas.
Nunca digas “eres negativo”. Di: “Detecto que tiendes a resaltar solo lo negativo, y eso afecta al equipo.”Hazlo a tiempo.
No dejes que un problema se normalice. Cuanto antes, mejor.No busques ser querido.
Tu rol no es ser simpático. Es ser guía.Hazlo con datos, no con emociones.
Anota lo que ves. Describe. No exageres.Y hazlo de frente.
Lo que se tolera en privado, se contagia en público.
Dirigir un equipo en hospitalidad es como cuidar un jardín.
Hay que sembrar, sí.
Pero también hay que podar, limpiar, y cortar las malas hierbas a tiempo.
Porque lo que no se limpia… se pudre.
Y un equipo tóxico no es una mala racha.
Es una fábrica de rotación, de conflictos y de frustración.
Por eso este artículo no habla de habilidades blandas.
Habla de lo duro que es liderar cuando se tolera lo que no se debe.
Y de lo liberador que es cortar por lo sano.
Haz el escaneo. Actúa. Y reconstruye.