
La tragicomedia del restaurante que tenía cámara 4K
ACTO I: LA CÁMARA
Era martes. O miércoles. Un día de esos en los que no pasa nada pero sientes que deberías estar haciendo más.
Un cliente me escribió.
— Eva, necesitamos mejorar el marketing.
— Cuéntame.
— Hemos comprado un dron.
Silencio.
— ¿Y la historia? —pregunté.
— ¿Qué historia? —respondió, como si yo le hubiera preguntado por la teoría cuántica.
Tenían dron, cámara Sony de última generación, estabilizador, dos softbox LED, una GoPro con palo extensible y un micro que parecía sacado de un podcast de celebridades.
Pero los vídeos…
Ah, los vídeos.
Eran un desfile de planos vacíos, platos sin alma, un camarero que repetía “bienvenidos” como si le doliera.
Y por supuesto: ni un solo cliente nuevo.
ACTO II: EL MÓVIL Y LA ABUELA
La misma semana, otra historia.
Una señora —y digo señora porque lo es, de las que tienen acento, carácter y un bar desde los años 70— sube vídeos grabados con un móvil que ya no fabrican.
Se ve pixelado.
El pulso tiembla.
La iluminación es... digamos que nostálgica.
Pero ella sale diciendo:
— Hoy hay lentejas. Y las hago como antes. Si no te gustan, mañana hay albóndigas.
Millones de visitas.
Colas en la puerta.
Gente viajando desde otras ciudades para probar esas lentejas y salir en el siguiente vídeo con la señora.
¿La diferencia?
Ella tiene algo que no se compra: conexión.
¿Estás comprando herramientas o construyendo vínculos?
Muchos propietarios y directivos —quizá tú, si me dejas decírtelo con cariño— creen que necesitan más producción.
— Necesitamos un vídeo profesional.
— Necesitamos hacer fotos con cámara reflex.
— Necesitamos un community manager con título en Harvard.
No.
Lo que necesitas es dejar de parecer perfecto y empezar a parecer real.
Porque en el mundo de hoy, lo que más escasea no es calidad.
Es verdad.
FLASHBACK: EL FALSO CULTO A LA CALIDAD VISUAL
¿Recuerdas cuando Instagram era solo fotos malas de comida y pies en la arena?
¿Y sin embargo, había cuentas que crecían?
Era porque tenían alma.
Contaban algo.
Ahora hay cuentas con estética impoluta, filtros de diseñador, branding caro y tipografías de catálogo.
Y nadie se acuerda de ellas.
¿Tu restaurante es uno de esos?
EL PROBLEMA NO ES LA CÁMARA. ES EL GUION.
Puedes grabar tu cocina con la calidad de Netflix.
Pero si no hay una historia detrás, es solo cocina.
Ruido visual.
Puedes grabar tus habitaciones con dron y timelapse.
Pero si no me cuentas por qué debería querer despertar ahí… será solo otra habitación bonita.
Primera pregunta incómoda:
¿Estás invirtiendo en calidad de imagen para disimular la falta de mensaje?
¿Y si pruebas con el móvil?
Un móvil, una frase real, una toma cruda.
Eso es todo lo que necesitas para:
– Mostrar cómo piensa tu chef.
– Explicar por qué pones flores amarillas en la mesa.
– Contar qué pasó ese día que una pareja pidió matrimonio en tu hotel.
– Compartir lo que sentiste cuando abriste tu restaurante por primera vez.
Porque eso, amigo mío, sí conecta.
Eso sí se guarda, se comparte y se recuerda.
EL FORMATO QUE SÍ FUNCIONA: EL “ESTO NO LO SABÍAS”
No necesitas un estudio.
Solo necesitas empezar frases con cosas como:
– “Te cuento una cosa que nadie ve en mi cocina…”
– “Este plato lo inventamos porque un cliente se equivocó al pedir.”
– “La habitación 207 tiene una historia curiosa…”
– “Una vez cancelaron una boda en nuestro salón. Lo que pasó después fue mejor que una película.”
¿Ves por dónde voy?
Segunda pregunta para ti:
¿Estás grabando lo que se ve… o lo que vale la pena contar?
LA ERA DEL MÓVIL ES LA ERA DE LA AUTENTICIDAD
Hay dos tipos de vídeos en redes:
Los que impresionan.
Los que conectan.
Los primeros tienen luces, música épica y un chef echando sal como si fuera coreografía de TikTok.
Los segundos tienen a la abuela diciendo “me quedó seco, pero está hecho con cariño”.
Adivina cuáles venden más.
Y no hablo de viralidad.
Hablo de clientes que reservan. Que viajan. Que comparten. Que vuelven.
EL PECADO DE LA “IMAGEN CORPORATIVA”
Hay algo que muchos negocios hacen y no saben que es una trampa mortal:
Ser demasiado correctos.
Correctos en la tipografía.
En el encuadre.
En el mensaje vacío tipo:
“Descubre una experiencia gastronómica inolvidable.”
Y lo peor es que lo hacen con buena intención.
Porque quieren transmitir profesionalismo.
Pero lo que acaban transmitiendo es distancia.
Tercera pregunta para ti:
¿Estás pareciendo profesional… o simplemente inalcanzable, frío, aburrido?
LO CASERO VENDE. LO PERFECTO NO CONVENCE.
Un vídeo grabado con móvil desde la cocina, con la cazuela humeando y alguien diciendo:
— “No me ha salido como quería… pero va con amor.”
Gusta más que una foto de stock perfecta de risotto genérico.
Una toma de un camarero que se ríe con un cliente vale más que un reel editado en Premiere con música épica y letras blancas sobre fondo negro.
Porque la emoción no está en el pulido.
Está en la humanidad.
BONUS: EL RITUAL DEL “1 MINUTO VERDAD”
Propón a tu equipo esto:
– Una vez a la semana, alguien graba un vídeo de 1 minuto.
– Sin guion. Sin maquillaje. Sin luces.
– Solo verdad. Lo que pasó esa semana. Algo que merece contarse.
Puede ser una anécdota, un error, un plato que salió mal pero acabó en abrazo.
Publica eso.
Y observa lo que pasa.
CONCLUSIÓN: NO COMPRES FOCO. BUSCA TU VOZ.
El restaurante de la cámara 4K sigue haciendo vídeos.
Pero ahora, el dueño se graba a sí mismo contando lo que aprendió ese día.
Su madre aparece a veces.
Los clientes se ríen.
Los platos ya no están tan bien enfocados.
Pero la sala sí lo está: llena.
Porque entendió que la historia estaba ahí.
No en la lente.
Sino en lo que él mismo no se atrevía a contar.
Resumen:
No necesitas más producción.
No necesitas un equipo audiovisual.
No necesitas parecer una marca internacional.
Necesitas verdad.
Necesitas conexión.
Necesitas empezar.
Con lo que tienes.
Con quien eres.
Y con lo que haces sentir.
Y sí, con tu móvil.
Eva