Érase una vez un restaurante que tenía 143 platos, 12 tipos de pan, 7 menús del día y un camarero agotado. ¿Qué podía salir mal? Pues casi todo.

El restaurante que quería ofrecerlo TODO y se quedó sin NADA

September 18, 20253 min read

Capítulo 1: El menú infinito del Rey QuieroTodo

Había una vez, en un reino no tan lejano, un restaurante gobernado por el temido Rey QuieroTodo.

El Rey QuieroTodo era muy generoso.
No quería que nadie se quedara sin su plato favorito.
Así que mandó imprimir una carta de 27 páginas.

– ¡Quiero que haya pizzas, pero también sushi!
– ¡Que no falten los tacos!
– ¡Y croquetas, claro, pero con opción vegana, sin gluten, sin lactosa y sin tristeza!
– ¡Y postres! ¡Muchos postres! ¡Con chocolate, pero también con frutas exóticas, algas y quinoa feliz!

El menú era tan grande que los clientes necesitaban marcapáginas.
Y el camarero, un terapeuta.


Capítulo 2: Los clientes que se bloqueaban

El primer lunes, entró Doña Margarita.

Pidió la carta. La abrió.
Y cinco minutos después… aún estaba leyendo.

Diez minutos después…
– Mmm… ¿el hummus viene con zanahoria o con pan?
Quince minutos después…
– Perdón, ¿puedo cambiar la quinoa por arroz y la salsa por una sonrisa?

Veinte minutos después…
– ¿Sabes qué? Mejor vuelvo otro día.

Y se fue.
Sin pedir nada.
Cero ventas. Una silla ocupada. Y un camarero con ganas de llorar.


Capítulo 3: El chef agobiado y el camarero filosófico

El chef del restaurante, Don Sartén, tenía 143 recetas que memorizar.

Un día gritó desde la cocina:

– ¿Alguien ha visto la receta del plato 87-B?
– ¿Es el ramen tailandés con huevo trufado o el poke de lentejas con torreznos?

Y mientras tanto, el camarero, un filósofo frustrado llamado Paco, escribía en su libreta:

“Demasiadas opciones generan indecisión.
La indecisión genera dudas.
Las dudas generan nervios.
Y los nervios... cancelaciones.”

Paco ya sabía lo que venía.


Capítulo 4: El cliente valiente

Un sábado, apareció una niña llamada Clara.

Tenía 6 años, una coleta alta y una opinión firme.
Le dieron la carta.
La miró.
La giró.
La volvió a girar.

Y preguntó:
– ¿Aquí no hay macarrones normales?

Silencio.
El restaurante tembló.
El Rey QuieroTodo bajó las cejas.
– ¿Solo macarrones?

Clara asintió.

El chef sirvió el plato más simple del menú: macarrones con tomate.
La niña sonrió.
Y se los comió todos.
Sin cambiar ningún ingrediente.
Sin pedir salsas alternativas.
Sin foto para Instagram.

Solo comió.
Y fue feliz.


Capítulo 5: El día que el menú desapareció

Paco, el camarero filósofo, no aguantó más.
Una noche, escondió todas las cartas.
Y en su lugar, puso una pizarra con 3 platos:

– Hoy servimos esto.
– Si no te gusta, ven mañana.
– Si te gusta, repite.

El Rey QuieroTodo se desmayó.
El chef lloró de alivio.
Y los clientes… empezaron a decidir más rápido.

Y lo más sorprendente:
¡empezaron a volver!

Volvían porque era fácil.
Porque era rico.
Porque no tenían que leer una novela rusa antes de pedir.


Capítulo 6: La moraleja de Clara

Clara se convirtió en heroína del pueblo.
Y todos aprendieron que:

– Cuantas más opciones das, menos seguridad generas.
– Cuantas más vueltas tiene el cliente que dar, menos confía.
– Y si le haces pensar demasiado… se va.

Desde entonces, cada restaurante del reino empezó a simplificar.

– Tres platos estrella.
– Dos recomendaciones del día.
– Una historia detrás.
– Y ninguna necesidad de marcar 28 alergias en un Excel.

Y, curiosamente, las ventas subieron.


Epílogo (para adultos serios con negocios reales)

Este cuento es para ti si:

– Has ampliado la carta más de tres veces este año.
– Tus clientes tardan más en elegir que en comer.
– Tu equipo confunde los platos entre sí.
– Y tú mismo ya no sabes qué haces vendiendo risotto de mango con jamón.

Recuerda: más opciones NO significan más ventas.
Solo más confusión.
Más miedos.
Más indecisión.
Y más probabilidades de que el cliente se escape.

Hazlo fácil.
Hazlo claro.
Hazlo inolvidable.
Como los macarrones de Clara.

Eva

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