
Anti-experience: la nueva tendencia que está desinstalando jacuzzis y discursos forzados
BIENVENIDOS A LA ERA DEL “NO ME IMPRESIONES, SOLO DÉJAME ESTAR”
Durante años, nos convencieron de que cada experiencia debía ser épica, sorprendente, instagrammeable.
Dormir en una cápsula flotante, cenar colgados de una grúa, recibir el postre en una caja fuerte. Todo tenía que tener una historia. Una narrativa.
Una teatralidad que justificara el precio y generara contenido. Pero ahora, algo se está quebrando. Una nueva corriente de clientes empieza a decir: “gracias, pero no gracias”.
Según el informe de Skift The Future of Travel 2025, el 42% de los viajeros de lujo declara preferir alojamientos “sin espectáculo, sin pretensiones y con sensación real de descanso”.
¿Traducción?
El anti-experience ha nacido. Y es maravilloso. Porque no quiere sorprenderte: quiere dejarte en paz.
Y eso, en estos tiempos, es casi revolucionario.
CUANDO EL DESCANSO SE LLENA DE EFECTOS ESPECIALES
Hemos confundido hospitalidad con performance.
Hemos llenado las habitaciones de hoteles con menús de almohadas, aromaterapia forzada, tablets para cerrar las cortinas y asistentes de voz que no entienden “apaga la luz”.
En los restaurantes, cada plato lleva historia, técnica, concepto, humo o algo que explote.
¿Y si no queremos nada de eso? ¿Y si estamos agotados de experiencias que nos exigen estar activos todo el rato?
El anti-experience no es minimalismo ni pereza: es una respuesta sensata al burnout sensorial. Es esa habitación sin estímulos innecesarios.
Ese restaurante donde puedes tener una conversación sin que la música lo impida. Esa mesa sin camareros con speech aprendido. Menos teatro, más verdad. Menos cosas que contar, más cosas que sentir.
EL LUJO DEL SILENCIO, LA PAZ Y EL BUEN GUSTO
No es casualidad que marcas como Shou Sugi Ban House en Nueva York, Eremito en Umbría o The Chedi en Suiza estén conquistando al público más exigente sin hacer ruido.
Literalmente.
Ofrecen lo opuesto al “todo incluido emocional”: sencillez, calidad, atención sincera, espacios sin gritos visuales ni conceptuales.
Según el Luxury Institute, el nuevo lujo se define en tres valores: tiempo, calma y contención. Y eso exige repensar cómo diseñamos nuestras experiencias.
El anti-experience no rechaza la excelencia, la redefine. Pide servicio, no servilismo. Belleza, no espectáculo.
Presencia, no interrupción.
Quiere ser tocado emocionalmente, no abrumado sensorialmente.
¿Parece fácil? Pues no lo es.
Porque el silencio, para que funcione, tiene que estar muy bien diseñado.
NO TODO TIENE QUE SORPRENDER
La fatiga del postureo ha llegado a la hostelería.
Y es buena noticia.
Porque detrás viene una oportunidad brillante: diseñar para descansar, no para impresionar. Cuidar sin empalagar. Hacer sentir sin abrumar.
Si queremos que nuestros hoteles y restaurantes duren, tenemos que crear experiencias que no dependan del wow, sino del ahhh.
Del suspiro. De la paz.
Porque la hospitalidad, en esencia, no era esto de sorprender todo el tiempo. Era acoger.
Y eso, bien hecho, ya no necesita ni fuegos artificiales ni frases motivacionales bordadas en los cojines. Solo coherencia, respeto y una intención clara: que el cliente se sienta bien.
Y eso, amiga mía, sí que es tendencia.
Si este artículo te ha hecho pensar (o respirar más hondo), imagina recibir cada lunes ideas así, con intención, frescura y cero postureo.
En HORECAlity INsider hablamos de lo que realmente importa en el futuro de la hostelería.